Las cámaras estaban encendidas. Maquilladores, iluminadores, sonidistas, cada uno ocupaba su lugar. En este filme, él sólo debía enterrar el cuchillo en el cuerpo de la víctima, para terminar con el calvario. La "tormenta" de Vivaldi sonaba estruendosa en la habitación, anunciando la muerte venidera.
'¡Corte!', escuchó en su mente. Pero el equipo ya no estaba. Las cámaras se habían fugado. Y en el centro de una habitación que había sido la fiel espectadora del suceso, yacía una mujer que no sería más protagonista de ninguna escena.
=O muy bueena ,, me recuerda a peqeños fragmentos d ls libros de edgar alan poe! muy buena
ResponderEliminar