10 de noviembre de 2013

Reevolución


3 de la mañana. ¿Quién me manda un mensaje a esta hora? Ay, es él. Por suerte me encuentra despierta: con lo que me cuesta conciliar el sueño, lindo sería que fuese él el culpable de mi desvelo nocturno. Igual, a quién engaño, si jamás podría enfadarme con él o reprocharle que me robase unos minutos de sueño. Me robó el corazón y eso ya es demasiado delito. Es tan raro, tan especial… a veces no sé si lo quiero como se quiere a un hombre o si es más el amor de una madre a un hijo. Porque en más de una oportunidad ha venido indefenso a pedirme protección y yo no se la he negado. ¿Negarle algo? Imposible.

En fin, no sé cómo, pero lo quiero. Y ahora tengo una excusa para no dormir en toda la noche: leer su mensaje una y otra vez. Encontrando nuevos significados a cada una de sus palabras. Reinventándolas. Y leyendo esos versos por ¿centésimo cuarta vez?, ya no sé si son positivos. Es más, creo que no le intereso. Que me odia. Fui una incrédula todo este tiempo. Mejor me pongo a ordenar las carpetas.

Estoy llena de contradicciones. Iara, estás llena de contradicciones. ¿Te das cuenta?


Detesto el desorden. Irónico que no pueda poner un pie en mi pieza sin pisar una remera del fin de semana pasado, o un trabajo práctico de cuando empecé la secundaria. Detesto el desorden y mi mente es una maraña de ideas dignas de un corto de cine independiente junto con clichés hollywoodenses. Sí, es así. Aunque mi hormona hippie antisistema no quiera admitirlo, alguien tenía que decirlo. Y cada noche insomne produzco la película que le dé un final diferente a mi historia de amor. Mi almohada, envidiosa.

Alarma. ¿Dónde quedó el uniforme de hoy? Me siento chiquita de la falta de sueño que cargo en mis espaldas. No sé si a alguien le pasará lo mismo. Estoy despierta desde las 12 del mediodía de ayer, y la mezcla entre un día agitado y la ausencia de unos minutos en mi cama, aunque fuese despierta, me afectan de tres formas diferentes: o estoy muy enérgica, lo que algunos han dado en llamar “pasada de rosca”, o soy un personaje salido de alguna serie de zombies que esté de moda estos días. Y cuando eso pasa, al salir el sol mis funciones vitales se suspenden y quedo en una suerte de stand by. O, como me sucede ahora, tengo una falla en la perspectiva de mí en el espacio y me siento pequeña. Pequeña como Alicia después de beber de esa botella tan llamativa.

Tal vez yo sea una Alicia esporádica que a veces bebe de la botella de la creatividad y no tiene opción más que hacer algo productivo en lugar de viajar a mundos exóticos con los ojos cerrados.

Me gusta el arte porque es algo que te ataca en determinado momento y no podés decirle “No estamos atendiendo en este momento. Por favor, regrese más tarde”. Sobre todo porque hay gente a la que no le gusta que te expreses en público y exhales aires de cambio. Entonces, esos ratitos en soledad, de encuentro con uno mismo, son ideales para escribir, cantar, dibujar, pintar, intervenir ropa, objetos y cambiar el mundo pasito a paso. Desarreglarse y encontrar el verdadero yo. Mancharse para disfrutar. Vivir sin estructuras.

Esta Alicia se tiene que uniformar e ir a donde le inyecten por endovenosa conceptos de cómo causar una buena impresión, ser prolija y respetuosa, y sobre todo, recordar que nunca, jamás en su vida, debe osar hacer la revolución. Llevo años camuflándome tan bien entre tanta gente que hoy no puede ser la excepción. No debo echarlo todo a perder.

1 comentario:

  1. Espectacular <3 Como muchas de las cositas que hacés lindaaa! (Soy Carli, la hermana de Barbi :P)

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