25 de enero de 2013

De amores y desilusiones

El día en que me di cuenta de que no quería seguir fracasando en el amor, me resigné a abandonar todo. Mi casa, mis amigos, mi familia. Me fui lejos con lo único que quería conservar: mi voz, mis cuadernos y mis pinturas.

Me aislé de la vida en un taller abandonado. Un poco sucio, con alguna alimaña que cada tanto me causaba espanto. De a poco, fui alojando gatos, muchos gatos, que además de hacerme compañía, se alimentaban de mi fobia a las ratas. Luego, se alimentaron de mi miedo a quedarme sola por el resto de mi vida, el cual se fue consumiendo como una vela dentro de un frasco.
Cada año la soledad mutó en locura, lo que de alguna manera me volvió más capaz en materia artística. Mis letras eran más profundas y mis trazos, más significativos, más expresivos que nunca.

Un día me encontró un cazatalentos, de esos que aparecen en las películas. No hablaba mucho con él, pero tuve un vínculo lo suficientemente fuerte como para que me sacara a la luz en el mundo artístico. Exposiciones, conciertos, concursos literarios. Era un mundo nuevo para mí. Ya había olvidado lo que era interactuar con personas.

Ocasionalmente tenía sexo con algún pintor de vanguardia que encuadraba su arte en lo conceptual, mientras pintaba figuras geométricas sin sentido en un lienzo. A veces, convivíamos unas semanas, en las que desordenar la cama me interesaba más que esculpir cuerpos de mujeres. Otras, con menos suerte, terminaba en un hotel de mala muerte: los más famosos siempre me buscaban para pasarla bien una noche antes de volar hacia Europa para su próxima exposición.

Y así fui, de cama en cama, de pintor en pintor, teniendo relaciones pasajeras. Mi estilo de vida había cambiado mucho desde que era una adolescente y creía en el amor para toda la vida.
Hoy rozo los cincuenta y algo de años, dejé de ser la brillante artista sexualmente atractiva que fui años atrás y lo único que perdura es mi pasión por el arte. Lo que me acompañó desde pequeña. Lo que nunca me abandonó, ni en mis peores momentos. Lo que me da ganas de seguir. Lo que me hará vivir por siempre mientras mis hijos, mis cuadros, mis composiciones, sean recordados.

1 comentario:

  1. Historia envidiable de una pasión.
    ¿Quién pudiera encontrarse en un modo de vida tan rápido como esta artista?
    A veces llego a pensar que no nací para nada más que lo que hago a diario. A veces sueño que debo seguir buscándolo un poco más.

    Quisiera haber encontrado ese "por qué vivir" hace unos años. Quisiera estarlo disfrutando.

    Muy linda tu historia Larita, me hizo reflexionar una vez mas.

    ResponderEliminar

¿Te causó algo? ¿Gracia, odio, empatía, tristeza? Dejame tu comentario, hacémelo saber y compartamos opiniones. No por nada tenemos criterio.