21 de junio de 2012

Yamila

Miró a su hijo en brazos. En sus ojos, no cabía lugar más que para la ternura, el amor y una vocecita que clamaba afecto. Sin embargo, paulatinamente, esas pupilas dejaron de mostrar todo lo bello de una criatura. En su lugar encontró aversión, asco, impotencia, cuentas sin saldar. Lágrimas brotaron espontáneas. Pero aunque nadie desearía estar en su lugar, ella no era la única que sufría. El mismo niño, cuyas facciones sólo le recordaban aquel episodio; él también sufría. O quizás lo haría al cabo de unos años, al preguntar por la ausencia de su padre.
Sin embargo, todos habían apoyado la decisión de Yamila que, aunque fuera a torturarle el alma durante muchos años más, la aliviaría por saber que salvó a una vida. Un alma ingenua que reencarnó producto de un acto que sólo fue viable para aquel que no merece el título de 'papá'.

1 comentario:

  1. Que dificil, para algunas mentalidades (debo reconocer, la mía) que innecesario.
    No concibo en mi cabeza la necesidad, o más bien dicho la necedad, de concebir más niños en el mundo sin amor.
    Se abre a muchísimos debates, pero tambien recuerda que todo depende de una muy pensada decisión.

    Excelente.
    CS.

    ResponderEliminar

¿Te causó algo? ¿Gracia, odio, empatía, tristeza? Dejame tu comentario, hacémelo saber y compartamos opiniones. No por nada tenemos criterio.