21 de julio de 2012

Desencuentros

Iban a verse por primera vez. La ansiedad, los nervios y la felicidad se le atoraron en la garganta, por lo que sólo atinó a gritar para sacarlos afuera. Todo tenía que ser perfecto: un maquillaje sutil, atuendo casual, cabello recogido... ¿O mejor suelto? Una vincha era ideal.
El miedo de no saber qué decirle, con qué frase presentarse, la asfixiaba. Aprovechó para desprenderse el primer botón de la camisa. Las intensas charlas de madrugada que mantenían durante horas detrás de una pantalla no podían equipararse con un encuentro cara a cara. De todos modos, no era algo que la preocupase mucho. Lo único que quería era correr hacia ese bar donde se habían citado y confesarle lo indispensable que se había hecho en tan poco tiempo. Decirle que cada sonrisa al amanecer le pertenecía. Darle los besos que tenía guardados sólo para él. Abrazarlo para jamás volver a soltarlo.
Tomó las llaves y se dirigió hacia donde la esperaba la razón por la que perdía la cabeza.

Cada calle era eterna. Los ruidos de los autos la mareaban, los transeúntes coreografiando una rutina sin fin la llevaban como una corriente. Enceguecidos con sus trámites compras, horarios, nadie percibió su presencia. Excepto un hombre, que seguía cautelosamente sus pasos y en cuestión de minutos, la desvió de su destino.

"No me llama, no me contesta los mensajes. El café se enfrió. ¿Qué hora es? Creo que planear un encuentro ahora fue muy apresurado. Mejor me vuelvo a casa."

1 comentario:

  1. me causó ganas de leerlo antes de verlo, me revolvió los recuerdos en el baúl guardado del corazón

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