Bajo un manto de sombras se escondían afanosas. La fuerza de un gélido viento de junio no las inmutaba en absoluto. Allí permanecían. Firmes, sin signos de movimiento, se percataban de las heridas que en los débiles no dejaban de sangrar, pero no parecía importarles demasiado.
Un mal sueño sin fin. Una era recurrente. Alfiles y peones en un círculo vicioso. Las gárgolas de la hipocresía.
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