Está allá, en la habitación. Sobre el colchón, del lado izquierdo de la cama, como cada noche. Puedo oler su aroma mortal. Su figura irradiante me mira ambiciosa, esperando que beba de su néctar venenoso. Vanos son mis esfuerzos por dejarlo, puesto que luego de decidirme por no probar el dulce sabor del sufrimiento, me embauca con sus encantos, entorpeciendo mi voluntad.
Extasiada como fumador con su tabaco, camino, corro y hasta vuelo devastadora hacia el cuarto. Una vez más, tropiezo con la tentación, la enfrento y salgo vencida.
Mi cuerpo pide sobredosis de vos y ya no puedo negársela.
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