Un día reorganizás tu agenda y la llenás de notas recordándote aquello que postergaste para más tarde, teniéndolas siempre presentes. Cada día, al revisar tus obligaciones, das una mirada rápida a esos pendientes de hace unos días, tal vez, semanas.
Los meses pasan y empezás a guardar las notitas entre fotocopias, carpetas en desuso e incluso, cajones que nunca abrirías. Por voluntad propia o simples cuestiones de la vida, esas actividades que te habías planteado hacer dejan de tener importancia. O validez. O viabilidad. Y sólo queda el recuerdo de tus ganas de realizarlas, impresas en tinta negra sobre pequeñas hojitas de colores.
Años más tarde, buscando algo perdido, revolvés escritorios, cajones y encontras un papelito doblado en cuatro. Al abrirlo, leés en una cursiva alborotada una suerte de programa para el segundo fin de semana de mayo. De hace dos años atrás.
Sería más simple vivir el hoy y dejar de proyectar el mañana, en lugar de fiarnos de los pasos del futuro: un hombre invisible que no deja ver su sombra.
Me pasa sieeempre. Con papelitos y, también, con pestañas del navegador que voy guardando para ver más tarde o para acordarme de algo... hasta que ya no sirve de nada.
ResponderEliminar