Un carnaval de emociones pasajeras revolvían mi interior. En mi pie izquierdo se canalizaban mi ansiedad y el nerviosismo. La espera de tantos meses por fin surtiría efecto. La perseverancia que conduciría a mi triunfo estaba agotándose y paulatinamente el conformismo había empezado a invadirme.
¿Estoy bien así? Mejor me recojo el pelo: despejar mi rostro me liberará de esta incomodidad. ¿Por qué esta ropa? Debí haberme puesto algo más casual. Siete horas, tres tazas de café y cinco paquetes de galletitas después de dar vuelta el ropero para elegir el conjunto adecuado habían sido en vano.
Miré hacia afuera, impaciente. En minutos iba a verme feliz, completa, como aquella mujer que abrazaba a esa muchacha y la llenaba de besos. Puedo asegurar por los rasgos de ambas que son madre e hija. Pero también estaba la niña de vestido azul con pequeñas florcitas blancas, llorando desconsolada. Su hermana la tomaba de la cintura mientras un hombre de traje caminaba alejándose de ellas.
¿Terminaría yo así, desecha de dolor, al cabo del fin de semana que estuve esperando todo este tiempo?
Quiero irme. No sé si estoy lista para enfrentarme a esto.
No, voy a quedarme. Esto es lo que me molesta de planificar. Tener que estar sujeta a cronogramas en pos de un objetivo que no siempre se alcanza y lastima adentro.
Sin embargo, hoy mi más profundo deseo me espera del otro lado de la puerta y aunque fuera a dolerme en unos días, me levanté del banco decidida a recibirlo.
Soy un animal de ansiedades igual que vos.
ResponderEliminarAunque a veces pienso que prefiero todo lo mal que me producen estos momentos de planificación y espera, a que la vida me sorprenda y me agarre desprevenido.
Me sentí muy identificado con la situación y con la "suerte" de siempre tener alrededor, una escena ajena sobre la cual proyectarse aún peor.
Beso.
CS.