Hace ya dos semanas que te encontré en la plaza, acompañado de una mujer. Cruzamos miradas y algo sucedió, aunque no sé explicar bien qué fue. Pero vi en tus ojos y percibí en mis músculos que no era un encuentro más. Caminamos en sentido opuesto y no nos volvimos a ver.
Me sentí, en un momento, una más del montón. Y tu indiferencia colaboraba mucho con mi sentimiento de irrelevancia entre tus afectos. Mientras yo te amaba en silencio, cobijada por mi blues sanador de almas, vos te encargabas de que ninguna situación me significara una mínima muestra de amor.
De a poco, tu corazoncito de hierro se hizo más maleable, hasta convertirse en el más tierno algodón capaz de hacerme cosquillitas en mis ganas de tenerte siempre. Cada noche durmiendo a tu lado era la posibilidad de ver cuán fructíferas habían sido las horas que pasé soñándote, inventándote enamorado de mí.
Todos los días dabas vueltas en mi mente y yo misma me aseguré de estar en la tuya. Sabíamos lo que nos pasaba, pero el dolor de atravesar juntos una situación que ya habíamos vivido y tanto daño nos había provocado, superaba toda pequeña voluntad de unirnos, de ser juntos.
Estamos felices, acá nos ves. Si tan solo no tuviera la obsesión de contar todo al revés...
Había escrito y se cayó Internet. Bueno, como te decía... Lo leí de arriba para abajo y de abajo para arriba,siempre es hermoso. Me encanta encontrarme en tus textos, tenés una enorme capacidad para transmitir.
ResponderEliminarAAAAAAAAAAaaaa lo amé.
ResponderEliminar