Sabía que no volvería, pero algo dentro de sí la motivaba a esperarlo. Los días pasaban. El cielo lloraba; a veces, sonreía esplendoroso. Parecía burlarse de su incertidumbre. pero nada privaba a Julieta de mover su sillón de mimbre cubierto con una blanca mantilla de encaje hacia la ventana de cedro. Esa ventana contaba una historia diferente cada noche. Historias. Julieta no quería ya oir esas historias, porque en ninguna Marcos era protagonista.
«Mami, ¿cuándo vuelve papá?», era un puñal que su corazón ya conocía de memoria. Y aunque ella supiera que pocas eran las esperanzas que quedaban de que la vida le devolviera a su compañero, no podía desgarrarle el inocente sentimiento de optimimo a sus hijos, como el mar se lleva en su constante oleaje los restos de los que algún día fueron sus pequeños pobladores.
El único antídoto para la herida que Marcos abrió con su partida era la persverancia, pero por esos días escaseaba, y a Julieta ya no le restaban fuerzas para adquirir nuevas dosis.
¿Por qué no hablaban los diarios? ¿Se habrían rendido al fin?
«Papá está acá. Papá no se fue», murmuró Julieta abrazando una camisa de Marcos.
Se durmió ahogada en lágrimas mientras un fantasma del pasado enroscaba su cabello entre sus dedos.
Me encanta! el diseño, las narraciones, la idea, muy bueno lo tuyo, saludos!
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