1 de julio de 2014

La paz está donde vos estés

Elegir el lugar donde ubicarse en el bar Chop Chop es toda una decisión trascendental. Adentro, la falta de luz y las innecesarias pantallas de televisión parecen viciar el ambiente. Afuera, se respira el aire aparentemente impoluto, pero la serenidad queda a merced de quienes llegan tarde al trabajo o se olvidaron de pasar a buscar a la nena por el jardín. Paula y Joaquín resignaron la paz sonora por sobre la tecnología que los distraería en su discusión.
Sentados frente a las vidrieras, cuyo reflejo creaba un híbrido entre el paisaje urbano y el interior del bar, Joaquín la miraba con los ojos atentos, arrugado su contorno, la mirada de un adolescente. La fuerza en las palabras de ella no lo inmutaba en su tarea de quererlo así, incluso exasperada. Incluso, rendida.

— A veces, siento que no tengo la autoridad suficiente. Pero vos sabés, vengo de una familia muy déspota y yo no quiero lo mismo para Camila.
— Te entiendo. Quizás no es tu culpa. Los chicos de hoy vienen más rebeldes. De todos modos, no es bueno abusar de la disciplina ni dejar de poner límites. Los límites son necesarios.
— ¿Vos decís que soy una madre libertaria?
— No, no, pero hay que contemplar todas las...
— Yo a mis hijos los crié siempre bajo la cultura del respeto, de la honestidad, del trabajo. Nunca les faltó nada. Te diría que no me di cuenta del momento exacto en el que olvidaron todo lo que yo sacrifiqué por ellos.

Joaquín escuchaba atento, pero la furia de Paula, que tal vez era impotencia, le provocaba bajar la mirada y darle unos bocados a ese almuerzo tardío.
Silencio. Paula tiene un aspecto sombrío en su rostro y en su forma de vestir. Sus guantes, negros y faltos de dedos, gritan lo que ella no se atreve a decir.Él se toma la barbilla y luego se dispone a beber su cerveza, mientras Paula juega con un atado de cigarrillos hasta que se decide a prender uno.
Silencio. Los vicios generan una pausa en la que ambos reflexionan, se distienden.

— ¿No te parece mucho haberla castigado de esa forma?
— Está bien, te salió del alma porque lo tenías acá — dijo y se indicó el pecho.
— Sí, pero me siento pésima. A fin de cuentas, estoy perpetuando la historia de mis viejos.
— Mirá — Joaquín se acercó la distancia que la mesa entre ambos le permitió —. Estás haciendo lo que podés. No hay un reglamento para ser madre y, para ser que estás improvisando, lo estás haciendo bastante bien.

Silencio. Humo y cerveza. Él tomó sus manos y Paula sonrió. Desahogarse le había alivianado un peso que cargaba desde hace tiempo. Y ahora, liviana, se sentía ella otra vez

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