Su padre y esa relación de amor-odio que la unía a él necesitaba un cambio. Algo que, aunque no la desligase de él, permitiese un equilibrio en sus vidas -o en la de uno de los dos-. Era una chica audaz, pero con dejos de damicela antigua, por lo que escribió una carta, tomó su abrigo, su bufanda y se dirigió a la estación de trenes más cercana a su casa:
"Sé que estos años no fueron los que esperaste pasar como padre, pero tampoco fueron fáciles para mí como tu hija, así que voy a irme para no volver. No pretendo que me entiendas, ni que lo aceptes. Esto es, simplemente, una despedida: después de todo, nunca vas a dejar el lugar que ocupás en mí."

Cuando podía divisar las luces de la locomotora, supo que su destino se aferraba a ella para no soltarla. Se dirigió con cautela hasta las vías, quienes la llamaban afanosas, y se recostó, mirando por última vez el cielo azul que cada mañana solía contemplar.
Bello.
ResponderEliminarBella narración, hermosa descripción en pocas palabras de un sentimiento tan inmenso. De una decisión tan grande.
Creo fervientemente que de dilemas está hecha la vi
da y de despedidas, los sueños por cumplir.
Y crecer es valorar todo lo conseguido por todo aquello que dimos para conseguirlo.
Beso enorme.
CS.
Hola Iara escribÍs lindo (: ANTU
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