2 de enero de 2013

La espera terminó

Un abrazo que se desarmó sobre el césped. Ella lo abrazaba a un costado y juntos miraron al cielo, que tenía un tono más azulado que de costumbre. Las nubes habían abierto paso a los pocos y tenues rayos del sol que indicaban la proximidad de la noche. Se acercó a su mejilla, un tanto rasposa por causa de una barba de dos días, y apenas rozándolo con sus labios, le dejó un beso invisible que perduraría por siempre.


—¿Sos feliz?
—Claro que lo soy. ¿No lo notás, acaso?
—Necesitaba oírlo. ¿Te das cuenta? Es todo tan perfecto... Es como si ya nada importara. Como si el resto perdiera relevancia. Estamos los dos, acá, juntos, abrazados. Somos felices. ¿Qué importa lo que piensen nuestras familias? ¿Qué importa si perdés tu trabajo? ¿Qué importan los kilómetros? ¿Qué importa si mañana morimos? Nada va a quitarnos lo que tenemos. El hoy, el poder cumplir nuestro deseo de disfrutar el uno del otro. Poder hablar con nuestro cuerpo. Mirarnos a los ojos y pensar «La vida es eterna en tu mirada». Los recuerdos de este momento van a permanecer intactos en algún lugar de la memoria, a pesar de las vidas que pasamos y las que nos quedan por vivir. Y eso, es único. Quiero amarte así, estés lejos o estés cerca. Porque aunque no nos quede mucho tiempo y falte aún para volver a tenerte conmigo, no voy a dejar de sentirte. Podrás dejar esta ciudad, pero de mí, nunca vas a irte.

La luna se abrió paso en un inmenso océano galáctico y los días se hicieron infinitos en un amor que supo alimentarse de pequeños momentos, pero también de grandes emociones.

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