27 de junio de 2013

No quería terminar diciéndolo, pero

Luego de tantas partidas que nos debíamos en su cama, en la mía o en la de algún hotel, voy a cansarme de jugar. No porque no me guste: sabe bien él que disfruto mucho de experimentar nuevas tácticas para hacer explotar al enemigo y que a veces es más excitante dejarme vencer.

Pero hay ciertos momentos en que encuentro más placer en las cosas simples y cotidianas. Mirarnos a los ojos mientras tomamos café después de haber compartido una madrugada agitada. Sentarnos en el banco de una plaza, tomados de las manos, con el viento acariciando nuestros rostros. Morder su pancita y verlo reírse indefenso, retorciéndose. Comer en la cama y dejar las sábanas llenas de miguitas. Gastar películas recomendadas para niños de cinco años. Cantar (mal) nuestras canciones favoritas.

Tengo miedo. Son malos síntomas.

No quería terminar diciéndolo, pero





creo que me enamoré.

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