17 de julio de 2013

Aunque amanezcas lejos

Acomodo la cama para dos y dejo abajo de tu almohada el libro que más te gusta. Abro las sábanas con cuidado de no desarreglarlas y me acuesto del lado derecho, bien pegadita al borde, para que tengas lugar cuando llegues.

Diez de la noche.
Qué raro. Siempre solés aparecer a las nueve, cuando volvés de trabajar. Seguro venís después de cenar.
Doce de la noche.
¿Te habrás ido a lo de algún amigo? Podrías haberme avisado. Yo ya cené y estoy mirando fotos en la cama, que de tanto levantarme tiene ya las sábanas todas arrugadas. Voy a volver a hacerla: no quiero que veas todo este desastre.
Una y media de la madrugada.
Dale, amor, ya no es divertido. ¿Dónde estás? Ojalá no te haya pasado nada malo. Si sabés que me preocupo, ¿por qué me tenés con el corazón en la boca?
Tres de la madrugada.
Me vas a hacer ir a buscarte. No aguanto más. Por favor, vení que estoy desesperada y ya no me calma tanto abrazar mi almohada.

Cinco de la mañana.
Te necesito. Mucho. ¿Te molestaría hoy, nada más que hoy, abrazar la almohada y en una de esas yo tengo suerte y te siento acá?

Se me desparraman todos los besos y abrazos en la cama.
Vení a juntarlos, que son todos tuyos.
Vení. No sé cómo decírtelo.
Vení. ¿Por qué no estás conmigo?
Vení, te estoy esperando.



Siempre te espero.

Y en sueños te encuentro.

2 comentarios:

  1. HOYYYYYY te vi, en los sueeññooss

    ResponderEliminar
  2. Las ausencias son las peores presencias. Hay que aprender a vivir con ellas.

    Hermoso texto.

    ResponderEliminar

¿Te causó algo? ¿Gracia, odio, empatía, tristeza? Dejame tu comentario, hacémelo saber y compartamos opiniones. No por nada tenemos criterio.