9 de septiembre de 2013

Ramona

Las prendas que vestía la ahogaban
sin dejarla hablar

y no se opuso cuando poco a poco comencé a desvestirla.

Yacía sobre la cama,
inmóvil, desnuda.
Yo, inexperta,
no supe hacer más que observarla
detenidamente,
con deseo,
admirándola        escéptica.

¿En qué momento había terminado semejante primor en mis brazos?


Acaricié sus curvas y pareció estremecerse; pero pudo haber sido mera impresión mía. Ella seguía estupefacta, esperando que unas manos algo más ejercitadas la hicieran vibrar.
La abracé por detrás, sin dejar de tomarla por la cintura firmemente, haciéndola sentir tan segura como yo no lo estuviese. ¿Qué me restaba hacer? Realmente ella era la primera. En mi vida, en mi todo. no quería dejar que la ocasión escapara de mi control, ni decepcionarla con mis desconocimientos de pricipiante. Así que intenté de mil maneras, combinando diferentes posiciones, pero los quejumbrosos sonidos que salían de su boca no la mostraban, por menos, satisfecha.

Y así, sin dejarme vencer por el amateurismo que me dominaba, encontré el punto exacto en el que el roce de mis manos lograron hacer que Ramona me cantara los acordes más lindos para no callarse jamás.

1 comentario:

  1. Que hermosas palabras estas que describen lo que sentís por esa afortunada Ramona. Ojalá aprendas como manejarla de a poco y mejores notas saldrán de esa caja, que esta llena de sonidos que esperan el momento en pongas tus manos de la manera indicada para darse a conocer. Vas a enamorarte muchas veces más de Ramona.

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