28 de septiembre de 2014

A Maru

Te veías tan fresca, tan natural. Me causabas mucha curiosidad, ya que no te conocía y parecías tener una buena relación con mis amigos. Como todas, eras criticada y mis prejuicios propios de la ignorancia y las malas lenguas, me habían mantenido alejada de vos.
Y sí, reconozco que aquella noche en que te hice mía, fue gracias al alcohol. No sabía lo que hacía, pero tampoco me arrepentí, ni me arrepiento ahora. Porque por perder la cabeza te encontré a vos.

A vos, que me hacés olvidarme de todos mis problemas. Que siempre me hacés ver el lado bueno de las cosas. Que desacelerás mi corazón cuando parece estallar. Que me dibujás una sonrisa cada vez que te aparecés frente a mí. Que lográs que el chiste más estúpido me parezca gracioso. Que me hacés perder el hilo de la conversación.

Te escribo hoy para confesarte lo que me pasa. Que, aunque me hablen mal de vos, nosotras sabemos bien que los que te difaman, lo hacen porque no te conocen. Porque te tienen miedo. Siempre haré oídos sordos a quien intente separarme de vos. Te quiero. Y espero que entiendas que, pese a estos meses juntas, no puedo amarte. No es sano sentir tal cosa por nadie como vos. Mi corazón, sabrás, pertenece a otro.

Que mis labios nunca dejen de rozar tu ser. Que tu perfume impetuoso siempre invada mi organismo. Que me abras las puertas a otra realidad hasta el fin de mis días.

Me hacés bien. Y nada que haga bien, debería estar prohibido.

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